La arquitectura que cura
Si el entorno puede enfermar, también puede sanar. Y ha llegado el momento de sanar nuestras ciudades. No con más avenidas ni más torres, sino con comunidades que respiren, que se escuchen, que se abracen. Necesitamos volver a construir desde el alma, desde el suelo que pisamos y desde los lazos que nos sostienen. Mi propuesta es simple, pero profunda: formar cooperativas de vida. No fraccionamientos cerrados, no jaulas de concreto, sino ecosistemas humanos donde cada quien pueda aportar según sus capacidades, convivir según su naturaleza y crecer según su tiempo. Imagina un terreno grande, quizá una manzana dentro de la ciudad, donde decidamos hacer algo distinto: un lugar donde la arquitectura cure. Pero antes de levantar un solo muro, escuchemos a quienes ya viven ahí. Porque sanar no significa borrar. Sanar no es desplazar ni sustituir: es integrar, respetar y acompañar. En este modelo, las personas que habitan el lugar tienen prioridad. Son la esencia del proyecto, no un ob...