No puedes encontrar tu voz si no la usas
Ese ejemplo nos inspira a quienes, como yo, buscamos transformar nuestro entorno a través de lo que creemos y soñamos. Soy arquitecto, soñador por naturaleza, convencido de que el equilibrio con la tierra y el empoderamiento ciudadano no son ideales lejanos, sino herramientas urgentes para un futuro posible.
Hoy, la vivienda —ese espacio donde se define buena parte de nuestra vida— ha sido reducida a un número en las estadísticas de las inmobiliarias. Nos venden casas como si fueran productos en serie, sin importar la diversidad de quienes las habitan. Pero no somos estadísticas, no somos patrones de consumo, somos personas únicas e irrepetibles. Cada familia, cada individuo, cada historia necesita un espacio que lo contenga de manera distinta.
Mi voz, la que hoy decido usar, se levanta contra esa idea de que lo único importante en la ciudad es lo rentable, lo que da mayor utilidad. Yo quiero hablar de viviendas que no sean solo “dignas”, como dicta el discurso oficial, sino funcionales, armónicas, vivas. Viviendas que escuchen las necesidades espaciales y emocionales de quienes las habitan. Lugares donde el individuo no se sienta atrapado en una caja estándar, sino acompañado en su singularidad.
Usar la voz es narrar estas inquietudes, escribirlas, resonarlas y explorarlas, para que más personas se den cuenta de que el futuro de nuestras ciudades no debe estar en manos de inversionistas anónimos, sino en la creatividad y la colaboración de sus ciudadanos. Usar la voz es recordar que la arquitectura no se trata solo de muros y techos, sino de construir realidades donde la vida pueda florecer.
Por eso hoy escribo, porque sé que cada palabra puede ser semilla. Si Ebert encontró en la escritura un medio para seguir transformando, nosotros podemos encontrar en nuestra voz un camino para inspirar, cuestionar y proponer. No podemos esperar a que otros hablen por nosotros: la voz se encuentra usándola.
Y si la usamos lo suficiente, tal vez logremos que las ciudades empiecen a escuchar.
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